Al principio del siglo XIX, después de la revolución francesa, se produce una época de mesianismo entre los jóvenes intelectuales de la época y, Friderich Holderlin (1770-1843), el gran poeta alemán, lo plasma en su poesía y en su única obra en prosa, Hiperion, editada en 1797. Holderlin consiguió fusionar en su obra la literatura y la filosofía; decía que el filósofo tiene que tener tanta fuerza estética como el poeta. Toda su obra trata de la construcción de una sociedad  ideal y también del amor/adoración a Diotima. Hiperion es una novela epistolar, donde Hiperion, que sería el poeta, Diotima, su amada (el nombre real era Susette Gontard) y Belarmino, su amigo, intercambian vivencias y reflexiones a través de una correspondencia imaginaria. Las referencias a la mitología griega aparecen en toda su creación y en los nombres de los personajes se puede ver que los eleva a la categoría de mitos. Hiperion y toda su obra poética versa sobre dos grandes temas, el político y el amoroso.

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En lo político Holderlin propone una transformación social: una democracia plena y una nueva mitología. Pericles (Atenas, 496 a.C.-429 a.C.) fue su modelo político, todo al servicio de la belleza, la democracia al servicio de la belleza. El yo debe fundirse con la naturaleza porque la naturaleza es la cara visible de lo divino, decía. No creía en la religión tradicional sino en un panteísmo de la belleza. Para él el acto más alto de la razón es un acto estético. Pero llega el desencanto cuando descubre el conflicto entre el ideal político y su plasmación. Dice que siempre que el hombre ha querido hacer del estado un cielo lo ha convertido en un infierno. En la última estrofa de su poema El archipiélago muestra la frustración por el fin de su utopía.

 

                                     Pero tú, inmortal, aunque el canto griego ya no

                                     te celebre, como antaño, con tus olas, oh dios del mar,

                                     acompásate con mi alma todavía, que sobre las aguas

                                     se mueva sin miedo el espíritu, como un nadador, y se entrene

                                     en la dicha fresca y vigorosa, y que el lenguaje de los dioses,

                                     el tránsito y el devenir, comprenda, y si el tiempo desgarrador

                                     me perturba con fuerza la mente y la miseria y la locura

                                     de los mortales mi vida mortal conmueven,

                                     deja entonces que yo en el fondo tu calma recuerde.

 

En una de las cartas de Hiperion a Belarmino habla así de los alemanes: “Son bárbaros desde tiempos remotos, a quienes el trabajo y la ciencia, e incluso la religión, han vuelto más bárbaros todavía […] corrompidos hasta la médula […] no puedo imaginarme un pueblo más desgarrado que los alemanes.”

En el amor el poeta llevó a su amada, Susette Gontard, a la que llamó Diotima, al Olimpo, y dedica cientos de versos a su adoración.

 

                                     ¡Mira, amor! Aun antes de que nuestra colina

                                      se hunda, un canto mortal ha de ver

                                      el día, oh Diotima, que en pos de los dioses

                                       y en pos de los héroes te nombre su igual.

 

En una carta de Hiperion a Diotima, desde la  Grecia de su imaginación, le pide:

“¡Oh, ven! El secreto de nuestros corazones descansará en las profundidades de las montañas como la piedra preciosa en la mina; en el seno de los bosques como entre las columnas del templo más resguardado, y nos sentaremos junto a la fuente, contemplaremos en su espejo nuestro mundo, el cielo y a nosotros mismos.” Así sigue una página y acaba: “¡Ahora decide mi destino, amada mía!”

Acabo esta reseña con unos aforismos filosóficos de Holderlin, uno de los fundadores del idealismo alemán (con Kant, Schelling, Hegel), sin olvidar esa otra parte romántica de su obra (Diotima).

 

“Sólo la poesía sobrevivirá a la filosofía y a todas las demás ciencias y artes.”

“Los poetas son ánforas sagradas que guardan el vino de la vida y el alma de los poetas.”

“Lo que permanece lo fundan los poetas.”

“Sólo la poesía puede expresar el amor.”

 

El Hiperion de  Holderlin lo había leído al principio de los ochentas y todavía conservo el libro. Al preparar este artículo he podido ver los subrayados y páginas marcadas que me impresionaron. Fue emocionante releer a este gran poeta. Cuando lees a alguien tan grande te para en el tiempo y te dice empieza de nuevo.