REPASANDO MIS ARCHIVOS
Repasando mis archivos encontré, entre otros textos, un monólogo escrito en 1993. Está claro que el texto ha envejecido mal, pero lo que me importa es recordar que después de este monólogo no he vuelto a escribir nada demagógico. Y unos años después dejé de escribir metáforas porque me parecían bellas mentiras. Ni demagogia ni metáforas aparecen en mis obras.
Este monólogo lo dediqué en su momento a la cantante Senead O’Oconor. La seguí escuchando y se me quedó la canción This Is a Rebel Song.
El monólogo se titula Mai més, es una expresión catalana que quiere decir nunca más.
MAI MÉS
(Monólogo con escena única y decorado único.)
ESCENA I
MERCÉ, una joven de unos veintitrés años está sentada, leyendo un periódico, en medio de un escenario pequeño y sin bambalinas. Todo se prepara para un acto público. El escenario está lleno de sillas de diferentes modelos y desordenadas. Una de ellas tiene el respaldo de rejillas. En el fondo hay una mesa larga para los oradores, y encima de la mesa hay unas banderitas de papel de diferentes países y de Cataluña, algunas están tumbadas y otras desordenadas. Al lado de la mesa hay una papelera metálica. Hay un atril con micrófono a la derecha del escenario. En el fondo, colgada del techo, una pancarta a medio quitar en la que se ve Y- 1. Hay libros en algunas de las sillas. Al lado del atril hay una pancarta enrollada. Junto al atril está la mochila de Mercé. En medio del escenario hay un radiocasete en el que escuchamos MÚSICA CLÁSICA CONTEMPORÁNEA hasta la lectura del primer poema. Luego escuchamos a SENEAD O’CONNOR. Todos estos elementos crean un ambiente un poco caótico. El escenario está dividido por una línea imaginaria en cuadrantes: el inferior derecho el del atril, el inferior izquierdo totalmente vacío, el superior izquierdo está lleno de sillas y en el superior derecho vemos libros, periódicos y herramientas. En el primer cuadrante recita, en el segundo suceden los momentos de rabia, cuando se siente fuerte; en el tercero los momentos de confusión y el cuarto los recuerdos tiernos y los momentos tristes. Ella se levanta bruscamente y lanza el periódico, luego comienza a colocar cosas. Alguien hace pruebas con los focos. Coloca la silla de rejillas detrás de la mesa. Después intenta tirar de la pancarta medio quitada, pero no puede arrancarla. MANEL atraviesa el escenario con una caja de herramientas. Ella coge una silla para ver si puede alcanzar las cuerdas que sostienen la pancarta. No alcanza. Grita:
MERCÉ. – ¡Manel, ves a buscar l’escala, si et plau! (Se escucha un PORTAZO en la sala.) (Ella le hace señas a alguien que está en el fondo de la sala y los focos comienzan a funcionar. Hace pruebas con el micro. Repite tres veces el primer verso.)
“Una bomba estalla cerca del Directorio.
Dos amantes se quieren
en el quicial de una puerta.
Un hombre cae herido delante de un pasquín
de los derechos humanos,
y rubrica con su sangre
aquella declaración de principios
que comienza su vuelo
entre el amor y la muerte.
Con un ala de plumas
y la otra de hierro,
nace Europa,
nace el siglo:
un traje de novia
lujoso y blanco,
1.700…”
(Alguien aplaude desde el fondo de la sala.)
Mamá, ¿qué haces aquí? Pasa, pasa, pero ponte detrás del foco. Tú serás mi público. Estamos preparando el escenario para hacer un acto dedicado a la tolerancia y yo voy a recitar unos poemas… Mama, no voy a volver si has venido por eso. No hables nada. No intentes convencerme. Me ha costado mucho tomar esta decisión y haré lo que sea para no volver. A mi edad mucha gente se va de casa y no pasa nada. Tengo veintitrés años. Siéntate en una butaca, relájate y haz como si estuvieras viendo una obra de teatro. Yo hablaré hasta que me canse, necesito hablar con alguien. No es tan fácil… (Para sí.) Puedes irte cuando quieras, pero no hagas ruido, así pensaré que estás ahí, como siempre has estado… (Se le cae una carpeta con folios sueltos.) Se me cae todo de las manos. (Coge uno de folios y lee para sí.) “…” Son los discursos del papa. ¿Cómo sabías que yo estaba aquí? Siempre se me ha dado bien recitar, y me han elegido para leer algunos poemas. Son de… Los he encontrado por casualidad y creo que en este momento hablarán por mí. Nunca leí nada que fuera aquello que a mí me hubiera gustado decir en ese momento justo, (Silencio largo.) o es que ahora ya todo me sirve. Estás aquí porque sabes que te lo contaré todo, ¿no? La incontinencia verbal es mi mayor defecto. Viene de familia. De papá, claro. ¿Te ha enviado el papa? ¿El diputat té por de perdre la seva filla, o del que digui la seva filla? Seguiré con el ensayo y después tú me harás la crítica; a ver si he aprendido algo de lo que me has enseñado:
“Quiero perderme en el pasado,
quiero robar el tiempo,
quiero sentir el regusto de estar en otra época
para recoger mis cosas,
para despedirme,
para descansar,
para llevar noticias,
para dejar una marca de rotulador permanente
en todas las paredes,
para sentarme a la mesa
con Quevedo
o Carlomagno,
para elegir un lugar cómodo
desde donde pueda ver
cómo muere y nace cada siglo…”
Quizá lo que te vaya a contar sea ridículo e inútil, pero tal vez encuentre una respuesta mientras te cuento esta historia. Me ha ocurrido algo y no sé cómo salir de ello. (Golpea con el píe una de las hojas de periódico.) Sí, no soy perfecta. (Se escucha el SEGUNDO PORTAZO.) ¿Sigues ahí? No importa. Hace unos días, cuando fui a recoger mis notas de fin de carrera y vi que yo, Mercé Puig i Alcina, ya era maestra, pensé que tenía que sentirme muy feliz porque iba a trabajar en aquello que más me gustaba: enseñar. Era la ilusión de mi vida. Pero en aquel momento todo me daba igual, porque lo que me ocurrió se me había vuelto trágico. Seguro que era una tontería, pero al no poder contárselo a nadie ya sólo me preocupaba mi problema. No dejaba de pensar en lo que me había sucedido. A partir de ese día, un seis de junio, todo cambió para mí. Nada me parecía lo que era. De repente esta Universidad ya no era el lugar donde yo había venido a formarme, a ser libre, sino que era un gran teatro de pantomima donde los pasillos, los grafitis y las aulas eran los decorados, y los proyectos, las promesas y los sueños que pensaba que eran míos, eran el texto. Un texto que aprendí muy bien. Repleto de consignas y más consignas. ¡Qué mierda! Y yo, con ese texto, iba a salir ahí, al mundo, a salvar no sé qué, a representar. Y allí, en el mundo, me estaría esperando papá, haciendo de apuntador por si me salto alguna coma. Me lo imagino con su gran libro de historia, o de historietas, colocándose las gafitas y dándose golpecitos de satisfacción en su barrigota cada vez que yo consigo emocionar al público con mi actuación. Lo que te cuento no ha sido una inspiración divina, ni nadie me ha lavado el cerebro. Bueno, quizá… No, el amor ciego, atonta, eso: estoy ciega y tonta, y lo que oigas son tonterías de enamorada. (Silencio.) ¿Por qué no me sentí feliz en aquel momento? Ese seis de junio se me descolocaron todas las piezas. (Coge de su bolso un recuerdo de Jaime.) Mi tragedia, o lo que quiera que sea, porque no lo sabré hasta que se lo cuente a alguien; empezó cuando conocí a Jaime, ahora hace tres meses. Aún tengo grabada la imagen de cuando lo vi por primera vez. Recién llegado de Burgos. Perdido por los pasillos de la Universidad. Despistado. Era lo más guapo que había por aquel… lugar. Yo busqué un pretexto para hablar con él, pero casi no hizo falta. A la primera comienza a hablar y, mientras me contaba que si había venido a hacer un maestre de periodismo, que si había escrito no sé que artículo en el periódico local, y mil cosas; yo no le escuchaba, sólo iba siguiendo sus gestos, y su entusiasmo al hablar, y me iba embobando… Me enamoré. Creo que era la primera vez que me enamoraba de verdad, y que era lo mejor que me había ocurrido. Comenzamos a salir juntos y, sin saber por qué, nos veíamos casi clandestinamente. No hablaba de él ni con mis mejores amigas. Yo no era consciente de ello entonces. Sólo cuando papá y tú preparasteis la fiesta para celebrar mi fin de carrera se me ocurrió invitarle a casa. Por cierto, aquel día sí que me sentí muy feliz al ver que os juntabais por mí después de dos años de separación. Cuando os dije que invitaría a Jaime y os hablé de él con tanto entusiasmo, os mirasteis y (Con sorna.) se hizo el silencio. Me sentí realmente sola. Al principio pensé que había sido la sorpresa: la niña tiene novio en serio. Dudé por un momento si había hecho bien comprometiéndome con Jaime, pero algo me cabreó y comencé a sentirme orgullosa de él. Le presenté a mis amigos y amigas… Pero seguía encontrando silencios cada vez más elocuentes. Poco a poco fui descubriendo que Jaime sobraba en mi mundo, ¿qué mundo? Me hice inmune al silencio. Es la envidia, pensaba. Pero un día, uno de mis mejores amigos me llamó traidora. Traidora, hostias. Traidora ¿a qué? ¡Cuánto me dolió aquello! No entendía nada, me sentía perdida. Tenía mucho miedo y quise arreglarlo. Y de arreglo, dios, no se me ocurrió otra cosa que intentar ganar a Jaime para la causa. Te preguntarás qué causa y qué cosas estoy diciendo. ¿Es que aquí, en nuestra tierra, hay otra causa que no sea la defensa de la patria y los derechos nacionales? Es cierto, el papa, el hombre objetivo y superior, me había embarcado en una cruzada y eso es lo que quiero demostrarte o… Jaime era mi primer trabajo, mi primer infiel. Tierno, apetecible, deseoso de integrarse, toda una víctima. Yo lo llevaba a los conciertos de rock, le comía el coco con discursos nacionalistas, con tópicos, y no había fiesta mayor a la que no fuéramos; por cierto, parece como si en este país estuviéramos siempre de Fiesta Mayor. Todo estaba preparado para el rito iniciático. Ya sólo faltaba hacer de Jaime un escolta, para rematar. Allí estaba él, fascinado y dispuesto a hacer lo que fuera para ser aceptado por la tribu. En todos los sitios donde haya “hechos diferenciales” que echarse en bandolera debe pasar lo mismo. Es terrible. Sólo recordar la situación me hace saltar de rabia, y de vergüenza, por ridícula y por injusta, ¡coño! No tenía ningún derecho. Estaba jugando con Jaime, hostias. Sentir que yo pueda ser diferente, superior, porque en definitiva es esa la traducción que hacen, que hacemos, me produce escalofríos. Y lo que más miedo me dio fue pensar que, si no hubiese cambiado de rumbo, por suerte; yo podía haber llamado traidora a una de mis amigas. Bastaba con que alguna se hubiese ligado con un extraño. Eso me hizo reflexionar, o mejor, darle vueltas a la cabeza, porque no podía pensar. ¡Qué mierda! ¡Que yo hubiera podido llegar a llamar traidora a una amiga, y quizás sentirme orgullosa! Me tiembla todo nada más pensarlo. Por eso me he ido de casa. No sé lo que quiero, pero si sé que no me gusta lo que habéis hecho de mí. No quiero saber nada de vosotros. Nada. Si te dejo que estés ahí es porque quiero que me digas qué opinas de mi manera de recitar. (Silencio.) ¿Y tu poesía, mama? ¿Por qué lo dejaste todo? Perdón. Estoy hablando demasiado. Escucha estos versos:
“¡Tierra, tierra!
Es un grito de muerte,
gritaba un muerto,
porque
hay épocas que se olvidan de hacer historia.
Más espejos,
más reyes.
Allá se ve un iguanodonte que arrastra
una columna inmensa.
En ella están grabados
los nombres de mil reyes,
una colección de armas,
un falo de équido,
una mujer hermosa,
una nota musical,
un pan dorado,
un día de lluvia,
el olor a heno…”
¿Qué será de mí, mama? Espero que no estés ahí. Que te hayas aburrido. (Se escucha otro PORTAZO.) ¿Qué ha sido ese ruido? ¿Hay alguien más contigo? Tengo la sensación de que he sido boba, de que tenía que haberme rebelado en algún momento de mi vida, y no ahora contigo que es muy fácil, como os rebelasteis papá y tú según me contabais; y hasta eso me habéis quitado. Sí, tú también tienes parte de culpa: tu silencio. Pienso que has sido espectadora de todo lo que pasaba en la familia. Siempre te ha gustado ser espectadora. Sigues enamorada de papá, ¿no? Pero no has luchado… Siento que me he perdido grandes cosas, esas cosas que cuenta papá de su juventud; de ser libre, de… Siento que nada de lo que he aprendido lo he decidido yo, que me habéis manipulado, que me habéis aislado de no sé qué, que habéis hecho un experimento conmigo… Si se pudiera hablar libremente en este país mío, cuánto me gustaría saber lo que opinan realmente algunos de mis amigos y amigas. Todos estamos muy seguros de nuestros valores, de nuestra historia… (Con ironía.) Nunca tenemos dudas. No conocemos esa palabra. (Silencio.) Eso no puede ser bueno. Yo creo que cada cierto tiempo los jóvenes tenemos que decir a los mayores: ¡basta! A la mierda todo. No queremos ser adeptos de vuestros sueños… Estoy gritando demasiado. Ahora no sé si hago teatro o digo lo que siento. Es que estar aquí arriba te da poder, y más si tienes alguien a quien humillar ahí abajo. Perdona, mamá. (Da unos pases de baile por el escenario al ritmo de la música. Como si volara.) Quiero cambiar de idea cada vez que se me apetezca, quiero ir por la vida sin demostrar nada, quiero ser idiota, quiero ser libre y quiero, cuánto me gustaría, que fuésemos miles, miles, aquellos que un día os rompamos en las narices ese sueño, sueño absurdo de creer que Cataluña será una Finlandia o una Suecia, un paraíso: todos de pura raza, a lo sumo algunos refugiados, a ser posible del tercer mundo, deambulando por la Rambla para tranquilizar nuestra conciencia y no se diga que somos racistas… Porque es eso, no tan bestia, lo que dice el manual del nacionalista: el mundo está dividido en etnias, y cada etnia tiene su territorio y tiene derecho a su propio estado. El manual del nacionalista, con su lógica aplastante, parece un tratado de álgebra. Sólo que aquí hay que adaptar la realidad a la lógica, porque hay demasiados refugiados, perdón, quiero decir, emigrantes. (Con tono grave.) Pero, ¿se puede ser tan idiota y creer que, en un país donde la mitad de la población no pertenece a la etnia, un día llegará ese paraíso? En las montañas del Kurdistán la conciencia nacional puede servir para levantarse contra el invasor, puede significar la supervivencia, pero en una sociedad tan compleja como la nuestra, nacionalismo puede ser sinónimo de regresión. Algo tiene que ocurrir, todo esto es demasiado falso. Detrás tiene que haber intereses. Es sospechoso tanto romanticismo en una sociedad que sólo busca beneficios. ¿Qué se puede hacer? Ahora voy a soñar yo. Yo creo que primero empezará poniéndose de moda lo…, lo contrario a lo que nos ofrecéis, luego habrá “un mayo del 68” de los jóvenes catalanes hartos de tanta manipulación y- ¡qué sea pronto! – vuestro sueño se irá a la mierda. (Con ironía.) No creo que podáis usar por mucho tiempo aquella retahíla de la conspiración judeomasónica orquestada desde el exterior por la derecha españolista para destruir Cataluña. (Con una ironía muy marcada.) O algo parecido, ¿no? No sé si me he dejado alguna palabra o he colado alguna que no era. Esta frase me ha dejado sin aire. (Toma aire con fuerzas.) En toda esta historia siempre hay algo que he oído antes. Ya está muy visto el victimismo, aunque a mí me ha servido para trabajar a Jaime: un auténtico converso. Se me acaba de ocurrir una idea: “El converso y la arrepentida” podía ser el título de una tragicomedia de S. XVI. (Cambia el tono radicalmente.) Me he metido en un follón, ¿verdad? Me voy de casa, luego Jaime… ¿Por qué no puedo seguir siendo una niñita de papá, en casita, feliz, esperando a que me encuentren trabajo y escribiendo todo esto en un papel y tirarlo a la papelera o callarme? Eso, eso es lo que tengo que hacer. Cuántos problemas se me vienen encima. (Se sienta en el suelo, en posición fetal.) Recuerdo como si fuera ahora, tenía unos trece años, el momento en el que sentí que todo iba a ser real, que ya no volvería a jugar. Seré tonta, ahora estoy llorando. (Se pone en pie un poco avergonzada.) No sé si podré continuar esta vomitada. Intentaré seguir. Me tiemblan las piernas. Soy cobarde. No aguanto más. Me voy. (Medita unos segundos. No sabe por qué lado salir.) Si ves que salgo por la derecha es que vuelvo a casa, si lo hago por la izquierda no intentes ni decirme adiós, porque sé que no debo mirar atrás. ¿Mama, me quedaré sola? (Se da ánimos a sí misma.) Espero que seamos muchos los que salgamos por la izquierda. (Se dirige a quién quiera escucharla en las primeras filas.) Tenemos que hacer algo. ¿Una plantada, una revuelta…? ¡Qué palabritas! No hay que tener miedo. Las revoluciones generan dogmas, y hay que hacer otra revolución para combatirlos, y están pasadas de moda, pero al menos ponen las cosas en su sitio. Las revueltas de los jóvenes son el sarampión de la historia, y no pasa nada. Sin embargo, el fanatismo nacionalista nos puede llevar al desastre.
(Luego grita a los lejos.) Estáis creando expectativas falsas y esto producirá una gran frustración. (Se da besitos a sí misma.) ¡Qué bien me ha salido la lección! (Silencio.) Lecciones. Ya sé que todo lo que estoy diciendo también es demagogia, pero a la demagogia y al panfleto, sólo puedo responder con el panfleto y la demagogia, porque no sé hacer otra cosa. A los nacionalistas nos enseñan a hacer encaje de bolillos con la historia para sentir, ¡y eso sí que es soberbia!, que hemos sido llamados a formar parte de la historia con mayúsculas. Sentimos que hemos sido elegidos, que somos salvadores. Qué triste, muy triste… Yo también pensaba así. Era así. ¿Soy así?
Mama, ¿te gusta Jaime? (Silencio) No sabe/no contesta. Como siempre. ¿Dejarás que decida yo sola? Gracias. Ahora me doy cuenta que no sé qué es lo que piensas realmente. Te dejaste anular y un día te rebelaste, ¿verdad? Tú también has luchado. No me gustaría perder a Jaime. Pero sería una cobardía por mi parte refugiarme en él. No sé si lo he engañado. ¿Sabes que con Jaime he descubierto que el placer te hace fuerte, que es algo que voy a perseguir siempre, que el placer…?
(Coge la silla con respaldo de rejillas y habla a través de las rejillas.)
¿Somos una fauna en peligro de extinción a la que hay que preservar aislándola del mundo? (Vuelve a repetirlo.) Así me siento, y me gustaría repetírselo a papá una y otra vez, hasta que caiga rendido, sin respuestas, y se vuelva débil y frágil para poder humillarlo y… Le admiro, le quiero… No puedo hacerle daño. (Vuelve al atril) El poema habla de la historia, de la guerra… Dice en un momento:
“¿Hablo de la muerte?
De niño me sentaba
en las escalinatas de la plaza mayor
para ver cómo desfilaban los soldados.
Hacía fuerzas contra el cielo
para convertirme en caballo.
Los caballos eran mis héroes.
En el balcón de enfrente
se asomaba una niña.
Era toda encajes y bucles,
y entre los destellos de las armaduras
y al ritmo de una polca,
nuestras miradas vadeaban
aquel río de carne herrumbrosa
y se fundían en una nota alta.
Era el placer.
¿Sabría ella que existíamos?
¿Que no éramos un cuadro?
Un soldado se ha dormido
sobre su caballo.
Lo hemos visto los dos.
Sonríe.
¿Habrá un orden
sin música, ni marchas?”
Yo creo que esto es amor. Sobre todo, habla de amor.
Yo pensaba que sólo en las películas una decisión podía cambiar el rumbo de tu vida. (Se va a la mesa y ordena las banderas.) Creo que me estoy saliendo de la tribu. Me siento ya fuera de la tribu, aunque por ahora me estoy refugiando detrás de estos versos. Esto es como un parto: sufro, pero sé que el alivio llegará si sigo un poco más. Si antes me sentía sola, ahora estoy sola. (Sopla las banderitas como si quisiera tumbarlas.) Papa, si estuvieras ahí abajo, en la última fila, un poco lejos, cuántas cosas te diría: Cómo me gustaba ir contigo al cine, a la montaña… ¿Te acuerdas, yo pequeñita, cuando me llevabas a hombros por la montaña y hacíamos escalada? ¡Qué fuerte me sentía! Me sentía la niña más feliz del mundo. No, no es esto lo que quiero contarte, pero no sé cómo empezar. ¿Papa, cuando me orientabas en mis lecturas, mi música, mis programas de tv…, me querías tanto que lo hacías por mi bien? ¿O me querías tan poco que lo hacías por el bien de Cataluña? Ya no te respeto. (Coge la carpeta y lanza al aire los folios.) He leído todas tus intervenciones en el Parlament buscando respuestas, y me he encontrado con un discurso vacío, cansino, reiterativo, mecánico y todo lo que se pueda decir para calificar aquello que se dice para un auditorio que piensa igual que tú. Un auditorio de… Una familia. Eso, sois una familia. No hay vitalidad en tu discurso, porque no hay rivalidad entre vosotros. Vosotros os lo guisáis y os lo coméis. ¿A quién representáis? ¿Si nuestra sociedad es tan compleja, por qué es tan fácil la vida parlamentaria en nuestra tierra? Es puro trámite. ¿Por qué todos os ponéis de acuerdo para llamar intolerantes a los que dudan, o a los que simplemente hacen preguntas en cualquier medio sobre el país, sobre la historia…? Magia. Eso es magia de la buena. ¿Cómo podéis conseguir, y tú sabes que entre tus colegas hay muchos integristas, que sean los demás los intolerantes? Esta magia la utilizáis en todas partes: sois una sola voz en todos los frentes. Me gustaría que analizáramos juntos lo que se va a decir en este festival. Aquí subirán algunos de tus colegas y se atreverán a dar lecciones de tolerancia. Verás cuánta mentira, cuánta hipocresía… Si participo es porque espero tener la fuerza suficiente para denunciarlo. (Va cogiendo un papel y luego otro y lo va lanzando a cada expresión.) Todos pensáis igual sobre “los derechos nacionales”, “sobre el hecho diferencial”, “sobre las señas de identidad”, y todas esas expresiones huecas que tan bien sabéis manejar. Y en lo que no pensáis igual, os lo tapáis para que no sea aprovechado por los enemigos de Cataluña. ¿No te da miedo tanta mediocridad? ¿Tanta estupidez? ¿Tú crees que podréis mantener durante mucho tiempo este engaño? ¿Cuándo se acabará tanta cobardía? Déjalo ya papá, tú eres de izquierdas, esta no es tu guerra. Me gustaría decirte todo esto en vivo, pero me da miedo tu palabra fácil. Me podrías convencer y al final me harías sentir culpable. Me gustaría irme lejos, muy lejos, con Jaime y ser feliz, y volver cuando se normalice la discrepancia y la crítica, porque la paz no es sinónimo de convivencia. Aquí hay paz, demasiada paz y ha llegado tan lejos que ya se escuchan voces que hablan de pactos de silencio, de evitar la crispación y otras barbaridades, porque puede afectar a los intereses de Cataluña. Siempre hay alguien dispuesto a sacrificar la libertad por la patria, por la bolsa o por la inversión extranjera, hostias, hostias, hostias… Yo te quería papá. Pensaba que eras un valiente. ¿Qué he dicho? ¿Esto no se puede borrar? Papa, lo siento, pero me da mucha rabia pensar que yo creía una cosa y ahora es otra. Yo creía, entre otras cosas, ser ciudadana del mundo cuando pasaba “el pont de mar blava” hacia Túnez, Turquía… Nunca llegaba hasta Murcia o hasta Cádiz, pero bueno… También me sentía revolucionaria cuando gritaba en los conciertos: “boti, boti, boti, espanyol el que no boti”. Era perfecta: revolucionaria y ciudadana del mundo. No se puede pedir más. ¿Y tú estabas orgulloso de tener una hija revolucionaria y ciudadana del mundo? Qué fraude. ¿Todo se me derrumba, o lo derrumbo yo? Es muy duro quedarte sin aquello en lo que creías. Ahora comprendo por qué es tan fácil que cale la ideología nacionalista: sólo hace falta que te hagan sentir huérfano como me siento yo ahora, sin patria, sin familia… Hostias, ¡qué dramón estoy haciendo! Yo pensaba que el día que me enfrentara a ti iba a ser divertido… Y ahora cómo le digo a Jaime que ya no necesita ser un patriota catalán para ser aceptado por mi tribu, o que éste no es un país oprimido por fuerzas extranjeras. ¿Cómo le digo que no ser nacionalista en Cataluña no es ser intolerante? Cuántas mentiras le he echado. ¿Es que no hay más opciones, papa? Dime una que no sea ser o no ser nacionalista, una en la que pueda estar con él sin ser traidora, y no perder a mis amigos y hacer lo que quiera… No te suena a… ¿Quién ha idiotizado a este país? Te preguntarás qué me ha pasado para que yo cambiara mis ideas radicalmente. No es una nueva droga, papa, simplemente, me he salido un poco de este mundillo absurdo de la autocomplacencia y lo he visto claro. No porque sea muy lista, sino porque todo esto es demasiado falso. Esto no se sostiene si no es alimentándolo constantemente con consignas y más consignas, en el grupito, en la familia, en la TV, en la escuela… Todo es demasiado falso. Papa, estoy asustada. ¿Qué crees tú que pasará cuando se descubra este fraude? Porque esto es un verdadero fraude: la escuela, la TV catalana, el teatro, el cine…, todos, son instrumentos que utilizáis para adoctrinar y mantener viva la llama nacionalista, y poco más. La calidad no llega. ¿Y si un día nadie escucha? Tú sabes que todo está copado por los militantes de la causa, que trabajan militando, y esto arruina nuestro teatro, nuestro cine, nuestra Tv, nuestras escuelas, no por falta de preparación, sino porque la calidad surge de la libre competencia y aquí no hay libre competencia. Papa, esto se va a derrumbar. A no ser que, como en ciertos países, prohibáis las antenas parabólicas, o creéis interferencias a las Tvs extranjeras. Si afinas un poco ves que aquí lo que hacemos es aquello de: ahora nos toca a nosotros ser intolerantes. ¿Papá, dónde está aquella palabra fresca con la que me hablabas de las utopías, de la libertad…? Tú eres grande, papa. Rompe tu discurso y diles que la libertad está por encima de las patrias, de las banderas y que no se puede aplazar por nada. Ya otros lo han intentado, y hasta poniéndole muros, y por causas más justas y ha sido el desastre. Sé que soy ingenua, que no digo nada nuevo, pero no me importa, lo importante es poder gritar: libertad. Canto ingenuo y antiguo, pero que sigue siendo válido para combatir el fanatismo. He vuelto a soñar como me habías enseñado y me siento bien. Asustada, pero bien. ¿Te imaginas que un día la moda fuera buscar por el mundo cuántas cosas comunes hay para convivir y qué pocas hay para ser diferentes? ¿Qué harías tú ese día? Ahora veo que son tan pocas las cosas diferentes, que hay que manipular la historia y la vida para encontrarlas. Sólo escuchar esas parrafadas como “derechos nacionales”, “hecho diferencial”, “señas de identidad”, “comunidad histórica”, me… ¿No te hartas, papa? (Comienza a quemar las banderitas de papel y las tira a la papelera. Luego saca una hecha ceniza y sopla con suavidad.) Las banderas deberían ser de cenizas para que se las lleve el viento cuando alguien quiera airearlas. Nunca más volveré a tocar una bandera, ¡banderas! Mai més, que es más fuerte. En este momento me siento libre, o no sé, a gusto conmigo misma. Es indescriptible. ¿Será el amor, papa? ¿Tú estás enamorado? Prueba. No. Ya no sé qué decir ¿Por qué me ha tocado a mí vivir esta etapa de reafirmación nacional? Hostias, hostias y hostias. Estos momentos generan injusticias, aunque pongas muy buena voluntad, y serán demasiadas antes de que consigáis el paraíso, y esto puede explotar. Si yo, sólo porque me han llamado traidora, he sido capaz de mandarlo todo a la mierda; qué no hará aquel que no ha podido promocionar por razones étnicas, o que simplemente no ha conseguido un trabajo por no dominar el catalán, o cualquier otra causa nacional. Debería dedicarme a vender libros. Me estoy pasando. Esto no puede suceder, es pura ficción. Son imaginaciones mías. Seguro que yo soy la única persona en Cataluña a la que han llamado traidora, y que aquí todo el mundo puede conseguir lo que se propone, y que yo soy la única que es capaz de exagerar tanto las cosas. Dejaré a Jaime, volveré a casa y seremos felices todos separados. Empezaré de cero. (Vuelve a llorar.) Ayúdame, mama.
“Ahora hablarán las sombras
de sus anhelos.”
(Se apaga el foco y ve en el patio de butacas a su padre y a Jaime)
Papa, Jaime, ¿cuánto tiempo hace que estabais ahí?
¡Qué vergüenza!
(Recoge sus cosas. El recuerdo de Jaime queda en el suelo. Coge la mochila y pasa lentamente por encima de la pancarta que está extendida en el suelo, como si pasara sobre una alfombra que le lleva hasta una carroza mágica que a su vez le llevará a un país mágico. Se dirige hacia su izquierda sin dejar de mirar el recuerdo de Jaime. Hace mutis por la izquierda. Sale Manel con la escalera y tira de una de las cuerdas de la pancarta del fondo y se ve: “Un poble, una nació. Vota al partit: X= Y-1”
Mayo del 93
Tomás Rodríguez