El teatro, como primer espectáculo profano, ha ido utilizando, a los largo de los siglos, los códigos de comunicación dominantes en cada época.

En la Grecia clásica, los códigos de los ritos religiosos (dioses y mitos, sacerdotes y coros, sermones y advertencias), que tenían un objetivo espiritual y de control, se reproducen en el teatro (historias de mitos y héroes, actores y coros, enseñanzas y celebración), pero con un objetivo didáctico (las tragedias) o crítico y satírico (las comedias). Los ciudadanos disfrutaban el teatro a pesar de la profundidad de los mensajes, porque para ellos había poca diferencia entre asistir a una celebración religiosa o a un “rito” teatral (Medea, Eurípides, 431 a. C.).

El teatro romano, que se realiza en las fiestas en honor a Baco, es una adaptación y enriquecimiento del teatro griego, se hace más popular y de temas cotidianos (El eunuco, Terencio, 150 a. C.).

En la época medieval el teatro comienza de nuevo con los contadores de historias (trovadores y juglares) que dramatizaban, por las calles y plazas, cantares y romances que narraban las vidas y gestas de héroes, reyes y nobles. El teatro se hace popular y pasa de las plazas a los corrales de comedia.

Mientras, en las iglesias, se representan los misterios religiosos de forma ceremoniosa (coros, música, biblia, evangelios y adoración). Sólo cabía el recogimiento de los “espectadores” ante aquellos espectáculos deslumbrantes (el primero que se conoce es el auto de los Reyes Magos de la catedral de Toledo, S. XII).

De esta mezcla de códigos, el popular de los corrales de comedias y el ceremonioso de la iglesia, nace nuestro gran teatro del barroco. Que se representa tanto en los corrales de comedias como en iglesias y palacios según el tema (La vida es sueño, de Calderón de la Barca, 1635).

Y así, en cada época, el teatro sigue los códigos de la comunicación propios del poder y de los ritos religiosos. Pero, a partir de S.XX, comienzan a aparecer nuevos medios de comunicación y nuevas formas del mensaje. Estos nuevos códigos van influyendo, pero también mediatizando, el espectáculo teatral:

el-gran-teatro

1- El cine, por ejemplo,  amplía la temática y las formas del teatro. El espectador admite en el escenario escenas escabrosas y actuaciones próximas a una filmación. A veces el escenario puede parecer un plató (El gran teatro del mundo, de Calderón, en versión de Calixto Bieito).

Pero el público, inconcientemente, demanda el primer plano y la cámara que lo guíe, y eso exige un esfuerzo de concentración, que es difícil de soportar si no eres aficionado al teatro (es como ver un partido de fútbol en vivo si siempre lo has visto en la tele: esperas la repetición, el comentario, la cámara lenta, etc.).

Cada medio aporta una mejora y, a la vez, crea un hándicap (un pero) en la percepción del espectáculo.

   

2- La música popular universal (jazz, blues, rock, pop, etc.) permite crear espectáculos de teatro musical no elitistas entendibles en todas las culturas (Cabaret dirigido por Sam Mendes).

Pero la educación musical de los espectadores es muy ecléctica, exigente y cambiable, y se aburre si no es una música de su estilo o del momento.

   

3- Los medios digitales hacen más eficaz la comunicación en los espectáculos teatrales, con proyecciones y elementos propios de la publicidad, de los videojuegos, etc. El público puede tolerar elipsis imposibles, giros insospechados e imágenes extraordinarias porque es un lenguaje que consume constantemente (Carmina Burana por La Fura dels Baus).

Pero la percepción del tempo, en espectáculos muy tecnificados, se altera, y cuesta soportar parlamentos y silencios en versiones de obras clásicas.

4- Las redes sociales (facebook, twiter, instagram, etc.) nos han acostumbrado (viciado) a recibir y crear espectáculos y todo tipo de contenidos y, además, podemos interactuar. Ya es el código más universal y popular de la historia. Ante este nuevo código el teatro no acaba de reaccionar. Lo sufre.  La última obra de teatro que he visto; Muñeca de porcelana, de David Mamet, con José Sacristán, critica los nuevos medios como instrumentos del poder, pero lo cuenta con códigos antiguos. En El inframundo, de Jennifer Haley, lleva el tema de las redes y las nuevas tecnologías al futuro y ya lo ve apocalíptico.   

Ante este análisis (la adaptación del teatro a los códigos de comunicación de cada momento), mi conclusión es que el teatro no lo ha asumido. Por lo tanto, si hay mandatarios que gobiernan con tuits, también se puede crear un teatro…, por ejemplo, si el teatro fue ritual, por qué ahora no puede ser…, de redes, “reticular”. No sé cómo será ese teatro reticular (¿crear escenas en vivo que vuelen por las redes y que por las redes, desde el exterior, influyan en la obra que se está representando?, ¿crear obras para espectadores con móviles activos en las manos?, no se me ocurre nada más), pero será bonito y necesario.

corral-de-comedias

En definitiva, tenemos que hacer como hace el sistema, crear primero la necesidad y después el producto.

Por el día internacional del Teatro: ir al  teatro tiene que seguir siendo un placer y no un sacrifico al dios Cultura.

…va a comenzar el espectáculo y les rogamos que apaguen los teléfonos móviles

Suerte.

Los comentarios están cerrados.