He asistido a una conferencia de Jean-Claude Carrière (1931, Colombières, Francia) que es uno de los guionistas más importantes de la historia del cine. Fue el guionista de Belle de Jour y de cinco películas más de Luis Buñuel; El tambor de hojalata de Schlöndorff; Cyrano de Bergerac de J. P. Rappeneau; Valmont de Milos Forman; Tamaño natural de Berlanga; también trabajó para Godard, para Louis Malle y así, hasta cuarenta guiones y sigue activo y lleno de energía contagiosa.

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Superada la emoción de estar delante de una leyenda del cine comienza la fase de asimilarlo todo. La sabiduría popular dice que las personas experimentadas, cuando alcanzan una edad, se vuelven sabias, pues, con Jean-Claude Carrière se ha confirmado para mí. Empieza advirtiendo a los profesores de guion que deben cuidar de enseñar el cómo contar una historia, pero no el qué contar. Cree que si uno vive intensamente el embrión de una posible historia los personajes surgirán formados del inconsciente. Serán personajes únicos, con inconsciente propios, que van a provocar hallazgos y sorpresas a lo largo de la escritura. No saber qué va a ocurrir en cada página (dentro de unas líneas generales), es su mayor motivación para escribir.

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Continúa contando su relación con algunos directores con los que ha trabajado. Él llama anécdota a verdaderas lecciones de la creación artística. Contaba, que cuando escribía un guion para Buñuel, los dos solos se retiraban a vivir lejos de sus familias durante dos o tres meses, y se marcaban una disciplina espartana de trabajo diario: tres horas de intercambio de ideas sobre una historia, tres horas de reflexión y trabajo individual y alguna hora de puesta en común. Después de cada jornada Carrière iba consolidando lo que iba a ser el guion final, que a su vez estaba sujeto a cualquier cambio (algunos guiones llegó a reescribirlos once veces de principio a fin). En medio de este proceso de trabajo, cada día, cuando se retiraban a descansar después de la comida, tenían que crear un cuento, de unos minutos, que no tuviera nada que ver con el guion que estaban preparando y, antes de volver al trabajo, cada uno le contaba al otro su cuento. Este ejercicio lo hacían para mantener en forma el músculo de la imaginación, decía él.

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Otra lección importante fue cuando insistía que para escribir un guion hay que dominar bien el idioma del cine. Reclamaba que hay que conocer muy bien todas las fases de la elaboración de una película, desde el guion técnico, a la creación de un plano, a la dirección de actores, hasta la última fase, que es el montaje.

Recordaba que una película se puede filmar a partir de un texto (guion), pero también de una imagen, o una sucesión de imágenes. Contaba que Godard lo llamó un día para intercambiar ideas sobre una película que estaba preparando. Le puso una proyección de elementos inconexos, panorámicas de paisajes, un cuadro de Monet filmado al detalle (se veía una persona que pasa por la calle vista desde una ventana), animales. Ante aquel material empezaron a hacerse preguntas, ¿y si pasara esto?, ¿y si lo otro?, de ahí fueron hilando una historia sin dejar referencias escritas. No explicó qué película salió de esa experiencia, pero posiblemente Godard sacó de este intercambio su película Adiós al lenguaje, premio del jurado en Cannes 2014. Acabé viendo la película Adiós al lenguaje (2014) y aparece Monet, bosques, perros y detalles que contaba Carrière. Mi opinión sobre esta obra es que parece que Godard quisiera vengarse del tiempo haciendo una película muy antigua con un decorado muy moderno (es como si intentara hacer la película que no pudo hacer en los cincuenta). Hasta la estética y el color son antiguos: evoca la pintura romántica, la pintura impresionista, el surrealismo, el cine expresionista alemán, el cine de la nouvelle vague (él fue uno de los fundadores) y creo que se paró ahí. Godard conoce muy bien el lenguaje del cine y lo lleva al extremo de sus posibilidades expresivas. Es grande.

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En definitiva, nos hablaba de la importancia del guion, pero también de que es posible una película sin guion al uso, sólo con apuntes, como hacía Godard.

Repasando la biografía de Jean-Claude Carrière descubro, para mi sorpresa, que había escrito con Peter Brook, el gran maestro del teatro, la obra el Mahabharata (un poema épico de la cultura indú), y da la casualidad, que en 1985, yo la había visto en el Mercat de les Flors de Barcelona. Una obra de doce horas de duración con los descansos. Fue una experiencia que me hizo pasar de amar el teatro a adorar el teatro.

Jean-Claude Carrière también habla de las culturas y dice que allá donde ha estado (de México a la India, de N. York a Chequia, de París a Irán) se ha sentido uno más, porque él busca todo lo que tenemos en común con otros pueblos, y cree que el cine y el teatro son las herramientas más eficaces para ese encuentro.

Ha sido un placer escuchar a Jean-Claude Carrière. Gracias.

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Imágenes son obra de la fotógrafa Eva Guillamet y propiedad del Consorci de Biblioteques de Barcelona.

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