He comprobado que escribir historias es adictivo. Ya estoy rematando el guion Contracanto y se me ha ocurrido escribir un relato corto de tres capítulos para el blog Bucaré Producciones. Nunca he escrito un relato y tampoco he escrito nada de género negro. Contracanto es una historia de amor llena de emociones lacrimógenas que era un género que no había practicado y ahora me meto en el género negro. Ahora tengo la duda si estos cambios de género son una huida hacia a delante porque no consigo realizar ninguno de mis guiones o es que ya me atrevo con todo porque he perdido los miedos que me impedían alejarme del género de la descomposición de los personajes.

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En casi todos los festivales de cine se otorga un premio al mejor guion, pero los espectadores poco podemos decir de estos premios. ¿Cómo podría un espectador no especializado valorar el guion de una película sin haberlo leído? Mi propuesta es que para valorar el guion de una película hay que tener en cuenta los tres primeros elementos o claves que solemos comentar al acabar de verla. Imaginemos que hemos visto una película sobre la justicia americana; podríamos decir de ella, por ejemplo: le ha dado un repaso al sistema judicial (estamos hablando de la premisa), la historia es muy efectista y le falta información (estamos hablando del argumento), y me la he creído porque me metí en la piel del/la protagonista (hablamos de la unidad).

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He leído un artículo sobre el escritor norteamericano Richard Ford (al que no he leído todavía, y que va a recibir el premio Princesa de Asturias de las letras), y decía a los organizadores del premio: “Gracias por sacarme de mi soledad.” Hace un tiempo, en este diario, había dicho que la escritura me iba llevando a la soledad, pero lo dije con la boca pequeña. Ahora al leer las declaraciones de Richard Ford, me da miedo.

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