Cuando me propuse representar la comedia Lisístrata de Aristófanes (S. IV a.d.C), como hago en todas las versiones y adaptaciones de teatro que he hecho, exploré la biografía de Aristófanes, el contexto histórico en el que se representó la obra, volví a leer La poética de Aristóteles que lo había leído cuando estudiaba la teoría de guion, analicé varias puestas en escena de la obra, estudié diferentes tesis sobre la utilización de Lisístrata como símbolo de la lucha de las mujeres por sus derechos, etc.

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Después de este trabajo previo opté por una puesta en escena en la que intentaba imaginarme la época y ver que Lisístrata fue representada para un público sólo de hombres, durante las fiestas dionisíacas, en un concurso de autores donde el público votaba la obra ganadora, y en una sociedad donde las mujeres no tenían la condición de ciudadanos. Con esta premisa deduje que para ganarse al público el autor sólo tenía que hacerlos reír mostrando lo absurdo que podía llegar a ser el pensamiento de las mujeres. Aristófanes llevó más lejos, esta idea de reírse de las mujeres, en su obra Las asambleístas. Si en Lisístrata cuenta que durante la guerra del Peloponeso las mujeres de los atenienses y de los espartanos pretendían someter a los hombres a la abstinencia sexual hasta que firmaran la paz entre ellos; en Las asambleístas, las mujeres se disfrazan de hombres para intervenir en la asamblea y hacer propuestas de todo tipo, y, entre ellas, proponen que las mujeres, tengan la edad que tenga, puedan elegir al hombre con el que quieran hacer el amor, pero en el debate con los otros hombres de la asamblea, los asambleístas de verdad, proponen que los hombres, tengan la edad que tengan, también puedan hacer el amor con la mujer que quieran. Aquí, Aristófanes, no sólo se ríe de sus propuestas, sino que muestra lo disparatado de las mismas.

Este pequeño análisis lo aporto para decir que ningún tiempo pasado fue mejor para las mujeres. Ante esto se me ocurrió buscar historias cortas de mujeres actuales para que el público comparara el estado actual de los derechos de la mujer. Buscando, buscando encontré unas pequeñas historias contadas por el autor argentino Claudio Tolcachir (El tercer cuerpo y El viento en un violín) y con este material, retocado, llegué al montaje definitivo: en la actualidad, en una ciudad cualquiera celebran el día internacional de la mujer y cada barrio tiene que representar en la plaza pública una obra de teatro sobre los derechos de la mujer. En uno de los barrios, el de la historia, unos veinticinco vecinos, que no tienen experiencia teatral, proponen representar la obra Lisístrata. Los vecinos se reúnen en un garaje lleno de trastos para ensayar la obra. Entre ensayo y ensayo de Lisístrata se van contando las historias de los vecinos. Como son tantos, se van intercalando las historias inventadas por los actores y las historias de Tolcachir, y el espectáculo quedó acabado. Durante los ensayos de Lisístrata las historias personales de los vecinos interfiere en las interpretaciones, los actores llevan sus problemas a los ensayos. Si alguna vecina había tenido un problema con su marido en su vida real, cambiaba el texto de Lisístrata y decía algo referido al marido. Una de las vecinas también aportó un documental sobre la historia de las mujeres y pretendía que apareciera en el espectáculo. En el documental aparecían las sufragistas, el derecho al voto de las mujeres en la segunda república, intervenciones de antropólogas que hicieron visibles a las mujeres en los estudios de antropología a partir de los años setenta, les femmes y otras formas de lucha de las mujeres. La mayoría de los vecinos no estaban de acuerdo con que apareciera el documental en el espectáculo final.

El título del espectáculo acabó siendo Lisítrata en el garaje.

Lisístrata en el garaje es un espectáculo que no pretende aleccionar, ni es una exhibición feminista, es una comedia que pretende cortar la risa del espectador por el parecido que tiene con su realidad cotidiana. Dentro del humor de las situaciones que cuenta, he intentado darle al tono un toque melancólico.

El regusto final, que pretendía dejar con Lisístrata en el garaje, era algo que presiento, y es que todo está por hacer en la lucha por los derechos de la mujer y los pocos avances que hemos conseguido vienen de la educación, la cultura y los medios. Cuando se intenta cambiar el lenguaje sexista y machista también se está cambiando el pensamiento que tenemos sobre las mujeres.

Aquí pongo una pieza audiovisual que rodamos en las ruinas de Ampurias que se proyectó durante la representación de la obra y algunas imágenes del ensayo general.

 


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Adicionalmente adjunto un enlace para descargar la versión original de Lisístrata de Aristófanes.

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