La noche es el quinto de los ocho guiones que todavía siguen en el cajón de mi estudio.

Con cada uno de mis guiones he seguido un proceso de trabajo diferente, a veces tenía primero la historia y después buscaba el tema con el que podía explotar la historia, otras veces tenía un mensaje o una duda y después buscaba una historia, y más formas.

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¿Cómo se gestó, nació, se desarrolló y consiguió volar solo el guion de La noche?

El guion de La noche empecé a gestarlo a partir de unas preguntas que me inquietaban y a las que no encontraba respuestas:

¿es en la noche donde se forjan las tragedias o cuando se desencadenan las tragedias?

Para encontrar respuestas a estas preguntas inicié una fase de exploración sobre cómo es el comportamiento humano durante la noche. Buscaba respuestas a través de lecturas, de películas y de recuerdos de malas experiencias propias. Luego comencé a archivar esos materiales teóricos y visuales e impresiones sobre lo que había descubierto durante la fase de exploración. Todo el material lo repasaba una y otra vez para dominar el tema del comportamiento humano en la noche.

Cuando sentí que ya podía decir algo propio, aunque todavía no tenía respuestas sobre el tema, me planteé una pregunta, que sería la primera premisa con la que ya podía ver, a lo lejos, un posible guion:

¿si se remueven los malos sentimientos en la soledad de la noche, esto puede llevar a una persona normal a la locura de cometer actos crueles y criminales?

A partir de esta primera premisa, que seguía siendo una pregunta, me dediqué a escribir una ristra de ideas, lógicas o absurdas, de no más de una línea, que sólo tenían que tener la condición de que trataran de un personaje normal que estuviera sometido a una situación extrema. De esa ristra me quedé con esta idea:

una mujer maltratada se venga de su marido una noche de luna llena.

Cuando la idea tomó cuerpo y comencé a desarrollar posibles argumentos para una historia, aparecieron dos temas nuevos, ahora, además de la venganza y la noche, tenía el amor y la dependencia. De estos cuatro temas surgió la premisa definitiva:

¿una mujer maltratada calla el sufrimiento porque ama con locura a su marido, o porque tiene una dependencia enfermiza de él? ¿Y si lo manda matar es para no perderlo o para vengarse?

Al final, la premisa definitiva acabó siendo una pregunta, pero pudo haber sido una sentencia filosófica, o una lección moralizadora, etc. Cuando exploras un mundo que no conoces o profundizas en tu propio mundo, puede surgir cualquier pensamiento.

A partir de esta premisa definitiva comencé a escribir la historia:

La noche empieza, en una primera versión, contando la historia de una mujer de clase media, de unos cuarenta y cinco años, que es maltratada psicológica y físicamente por su marido. Ella lo ama tanto que reprime los ramalazos de odio que siente contra él, y no lo denuncia. Una noche, un ladrón entra en casa con un arma y dispara a su marido hiriéndolo de muerte. Ella, bajo los efectos del alcohol y de la noche, saca ese rencor que lleva dentro y lo deja morir.

En la segunda versión, los hijos adquieren más protagonismo, y se me ocurrió hacer que ella le pagara a un sicario para que matara a su marido y, así, someterla a juicio por asesinato para que los hijos pudieran conocer a fondo la relación entre sus padres a través de las declaraciones de su madre y de los testigos. Ahora, que soy sólo lector de mi guion, veo que los hijos, cuando conocen la historia de sus padres, acaban siendo los verdaderos protagonistas de la historia. Ellos hacen su propia lectura de la complejidad de las relaciones humanas.

Ya lo tenía todo, una premisa, una idea y una historia. Dándole vueltas a las tres piezas, que siempre son cambiables, llegó un momento, que yo no elegí, que sonó un clic y el guion despegó solo: premisa, idea, historia, premisa, argumento, sinopsis, reescritura, estructura, escaleta, tratamiento, sinopsis, reescritura, tratamiento, diálogos, guion, sinopsis, reescritura, guion y autonomía del guion.

La parte técnica para escribir un guión la explicaré si alguien tiene interés en ella; la autonomía, por ser un término psicológico, sí me adelanto a explicarlo.

La autonomía llegó cuando ya no sabía más de la historia y pasé a ser un lector más de La noche. Como lector empecé a descubrir situaciones que no sé de dónde salieron, me sorprendía de cosas que no sabía que sabía, y también renegaba de otras muchas, pero no me atrevía a tocar el guión por si perdía esa verdad con la que nació y pasaba a ser una historia que ya no era mía. Otra cosa que me pasó como lector, fue que el guion me generó nuevas preguntas que me sirvieron de material para otras historias.

Lo de la autonomía también me pasa cuando dirijo una obra de teatro, propia o de otro autor. Yo la doy por acabada cuando yo me convierto en espectador. Es el momento que no sé más de aquella historia y sólo quiero saber qué me quieren contar o qué pretendía contar.

Puedo decir que con este guion he podido consolidar el descubrimiento de mi propia voz. Ahora sólo tengo que mantenerme fiel a mi manera de ver el mundo, y escribir mi verdad sin aleccionar, sin tener en cuenta las modas, sin seguir una corriente estética, sin someterme a los maestros. A veces hago algún guiño a los maestros en alguna réplica o situación, pero con el máximo respeto. En La noche, hay una escena en la que Marta tiene a su marido muerto entre sus brazos y ella le habla como si estuviera vivo para retrasar la tragedia; esto es un guiño a la escena de Las uvas de la ira, de John Ford, cuando la abuela muere y la madre de la familia le habla como si estuviera viva para que el resto de la familia no se diera cuenta y no retrasar el viaje.

 

 

Al contar la historia de cómo se gestó el guión La noche me despertó las ganas de empezar un nuevo guión. Me cuesta menos escribir un guión que escribir su historia.

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